De un recuerdo

De repente hizo algo de frío, me desperté con un todavía sensible sabor a humo y alcohol en la boca. Sentí como unos pasos se alejaban ¡Auch! Como me dolía la espalda, el sillón nunca fue mi lugar preferido para dormir ¿Dónde estoy? ¿Es su casa? Me olvido de todo, el sillón se convierte en un lecho de rosas. Caigo rendido, será solo unos segundos todavía esta oscuro. Me siento exhausto.

La luz entraba por las inmensas ventanas frente a su sala, me hicieron despertarme de nuevo. Ahí estaba ella, mirándome casi soñando, con su polo blanco y un diminuto short que se deleitaba entre sus piernas. ¿No tienes frío? Lo había olvidado, igual ella sabía que tengo una pésima memoria. ¿Frío? Fue cuando me di cuenta que estaba casi desnudo. Extraviado, a punto de avergonzarme, trate de ser natural. No, no te preocupes ya he soportado toda la noche así. Realmente no tenía casi ningún recuerdo, a excepción del whisky que estaba tomando con “la hormiga”. ¿Era ese mi último recuerdo?

Ella sonrió pícaramente, como si le hubiese mentido, como si hubiera algo más. Yo no pensaba en eso estaba perdido viendo la blancura de su piel dirigiéndose a la cocina.

Volvió rápidamente, tenia algo en las manos ¿mi polo? O lo que quedaba de él, en ese momento solo era un trapo negro raido, ¡ah! pero que bien combinaba al lado de su nívea piel y cabellos negros. Me eche a reír. ¿Qué paso? ¿En serio no te acuerdas de nada? Me miraba como si le estuviera mintiendo. Que bien me conocía pero mi respuesta era sincera: “No, no recuerdo nada”. Sincero, como raras veces pasa. Ella se sentó a mi lado, yo pensaba, sus ojos estaban posados dentro mío.

Estaba realmente desconcertado, hurgando mis recuerdos. Si la conocieras como yo maldecirías tu memoria un millón de veces. Comencé a mirar la casa, cuantas veces estuve en esta sala, cuantas veces pero nunca dormí aquí ¿que pudo haber pasado? Recuerdo un poco haber llegado a su casa, era tarde, estaba un poco ebrio ¿Bailamos? ¡Sí! Lo recuerdo mientras miraba sus ojos perdidamente olvidando lo mal bailarín que soy. ¿Borracho? Sí, quizá así gané algo más de coordinación. Pero ¿el polo? ¿Su sala? Y por qué un inmenso calor me envolvía desde el interior por estar a su lado.

Vuelvo a la realidad. Sus ojos siguen siendo fantasía.

¿Qué hora es? Recordé que tenía que irme. Son las 8:30. Toma. Me alargó un polo con sus dulces manos. De ahí vienes a recoger el tuyo. Cualquier excusa era buena para volver, me encantaba estar junto a ella. Ven temprano porque en la noche viajo. ¿Viajar? Sí, no te acuerdas, ¡ah! si tienes mala memoria. Se comenzó a reír. Sabia lo que decía, había olvidado completamente que se iba quizá fue por decisión propia. Entonces vengo a despedirte pero cuéntame que paso. Sólo se limitaba a sonreír, sus grandes dientes blancos, sus ojos castaños. Si no te acuerdas, no te lo pienso decir. Respondía pícaramente. Le suplique, comencé a rogarle si encontrar mas de ella que sonrisas, era la primera vez que no eran suficientes. ¿Nunca lo sabría?

Me puse el polo para irme, mi imaginación estaba volando libremente. Primero un fuerte abrazo, luego un beso, un adiós. Yo seguía pensando en esa noche, en ella, nosotros solos sin nadie más.

No lo recuerdo pero quizá la memoria fue un precio barato para experimentar aquello desconocido. Aquello. No lo sabré jamás, pero valió la pena intentarlo.

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